Según datos del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), más de 20 millones de gallinas ponedoras murieron durante el último trimestre de 2024, la mayoría sacrificadas en un intento desesperado por contener la propagación del virus de la gripe aviar . Este número alarmante no solo refleja la magnitud de la crisis sanitaria, sino también las condiciones vulnerables en las que se mantienen estas aves, especialmente en los sistemas industriales de producción de huevos. La muerte masiva de gallinas es una tragedia que pone en evidencia los fallos de un modelo que prioriza la cantidad sobre la calidad de vida.

Los brotes de gripe aviar suelen intensificarse en invierno debido a la migración de aves silvestres, que actúan como portadoras naturales del virus. Además, las temperaturas frías favorecen su supervivencia en superficies, ya que el calor y la luz solar, que podrían neutralizarlo, son escasos en esta temporada. Sin embargo, más allá de los factores climáticos y estacionales, una razón clave para la rápida propagación del virus es el hacinamiento extremo, una característica intrínseca de los sistemas de jaulas en batería. En estas estructuras, las gallinas están tan apretadas que la transmisión de enfermedades se vuelve inevitable, convirtiendo a las granjas industriales en verdaderos focos de contagio.

En Colombia, la situación no es diferente. Miles de gallinas ponedoras son confinadas de por vida en pequeñas jaulas metálicas del tamaño de una hoja de papel, un espacio tan reducido que les niega cualquier posibilidad de bienestar. Estas condiciones las condenan a desarrollar graves enfermedades y a soportar un sufrimiento constante durante toda su existencia . Las jaulas de batería, diseñadas para maximizar la producción de huevos en el menor espacio posible, ignoran por completo las necesidades físicas, emocionales y sociales de estas aves, que en la naturaleza serían animales activos y curiosos.

Diversos estudios científicos han documentado las múltiples afectaciones que padecen las gallinas en los sistemas de jaulas en batería, evidenciando la crueldad de este método. Entre las principales consecuencias se encuentran: la debilitación de sus huesos debido a la falta de movimiento, lo que las lleva a sufrir osteoporosis y fracturas dolorosas; la imposibilidad de estirar sus alas, caminar o realizar baños de polvo, esenciales para su higiene y bienestar; y el aumento del estrés crónico, que compromete su sistema inmunológico y las hace más susceptibles a infecciones como la gripe aviar. Además, el hacinamiento facilita la propagación de enfermedades zoonóticas, representando un riesgo no solo para las gallinas, sino también para la salud humana. Estas aves, privadas de perchas para descansar o nidos para poner sus huevos, pasan sus días en un entorno de alambre y excrementos, donde las heridas en las patas y el deterioro físico son inevitables.

La falta de bienestar en las jaulas de batería no es solo una cuestión de sufrimiento animal, sino también un problema estructural que agrava crisis como los brotes de gripe aviar. El confinamiento extremo impide que las gallinas desarrollen una resistencia natural a las enfermedades, y la acumulación de desechos en espacios mal ventilados crea un caldo de cultivo perfecto para los patógenos. Este sistema, lejos de ser eficiente, pone en riesgo la sostenibilidad de la producción de huevos y la seguridad alimentaria, al tiempo que perpetúa una crueldad innecesaria.

En la Plataforma Colombiana por los Animales -ALTO, estamos comprometidos con transformar esta realidad. Trabajamos en iniciativas para que los 'sistemas de producción de huevos' basados en las jaulas de batería sean cosa del pasado en Colombia y en el mundo.